Mirar al mundo desde otra parte, Daniel Molina, La Nación, Arte, 3 de septiembre de 2006

Esteban Pastorino tiene espíritu pionero, construye las cámaras que usa y el mundo parece una maqueta.

La primera fotografía fue tomada por Nicéforo Niepce en 1826. Ese primer paso elemental fue, a la vez, un salto gigantesco: gracias a esa primera imagen, dibujar con la luz se convirtió en una práctica cotidiana. Después de medio siglo de vacilaciones, esta nueva técnica encontró su lenguaje y se transformó en arte. Sin embargo, en esa primera foto borrosa latía el futuro de la imagen: desde el genio diáfano de Edward Weston a los crudos retratos de Annie Leibovitz. También el sueño magnífico de Esteban Pastorino (1972): reconstruir el mundo a escala humana.

El trabajo de Pastorino tiene algo de pionero: él construye las cámaras que usa, experimenta con soportes y elementos ópticos. Pero lo que lo mueve es la búsqueda de un nuevo punto de vista. Pastorino daría su reino por una nueva mirada, no por una nueva técnica. Ahora está trabajando con tomas panorámicas estereoscópicas -fotos en 3D, que exige de algunos elementos, como anteojos de colores, para ser vista con claridad- y vistas aéreas, tomadas de diversas maneras (desde aviones o remontando la cámara con un barrilete). Pero lo interesante de sus obras es el efecto, no el procedimiento.

Visto por Pastorino, el mundo se convierte en una maqueta. La gente parece muñequitos Playmobil. Los edificios comienzan a significar por sus formas más que por sus funciones. Las chimeneas de una fábrica semejan los bracitos alzados de un pulpo de peluche. Los nudos de distribución de las autopistas y los aviones en la pista se ven como modelos a escala. En las fotos actuales de Pastorino el mundo ha tomado las proporciones amigables del juego infantil: la carretera es una pista Scalextric y la cinta que transporta gente ahora está reducida a una altura de 5,5 centímetros.

Algunas fotos son el resultado de una cámara montada sobre un trípode especial y realizando un giro completo, de 360°. Lo primero que llama la atención en esas imágenes es que el tiempo se ha congelado, derritiendo el espacio: los edificios, las rayas peatonales sobre el asfalto, las luces, todo se "derrama".

Todo en esta muestra remite a un pasado que olvidamos haber vivido: un mundo desconocido, que tal vez sea real. Aunque simula ser un ingeniero, Pastorino es un poeta que construye una obra con la sensibilidad rítmica de un músico.